¿Dónde
está nuestro canon?
Hoy
a horas 18:30 en Radio Huayna Tambo: Cómo
matar a tu presidente de
Ernesto Flores, 2018, 60’
Una
anécdota. Le contaba a mi hermana no hace mucho que estoy filmando
una película y que el procedimiento que sigo consiste, casi siempre,
en visitar personas, filmarlas sin agenda prevista, entrevistarlas a
lo mucho y cruzar los dedos para que algo bueno pase mientras tanto.
Decepcionada, ella ha respondido: lo que tú y tus amigos hacen no
son películas, lo que hacen es hacer todo menos una película.
La
relación inmediata que se me ha ocurrido. Marguerite Duras dijo
exactamente las mismas palabras en un momento clarividente pero cursi
en que, interpreto, hacía más un grito de guerra que un análisis
formal. Hacer todo menos una película. Buscar otras formas de
producción ahí donde no hay industria ni dinero. El auge del
digital y de los terceros mundos. El empalago de mil artes
contemporáneos.
El
Radical. Tres películas de la programación han llegado a nuestras
manos antes de tiempo, Algo
quema,
Mar
negro
y
Wiñay.
Panorama del más nuevo cine boliviano. Sin embargo, como antes
ocurriera con el cine alteño, es otra película la que descubrimos:
Cómo
matar a tu presidente de
Ernesto Flores. La película se pagó con 2000 bolivianos, se filmó
en un mes y se editó en cinco días y tres trasnoches. Cámara
amarrada a la cabeza del propio Flores, el plano-subjetivo-secuencia
y el jump-cut proliferan con mano editora experta, su propia voz en
off fluctuando con flexibilidad apabullante del diálogo diegético
al monólogo interior. En principio parece tratar del propio Flores y
sus amigos planeando algo que, por el título, tememos sea demasiado
grave. Un montaje alterno articula esto con entrevistas. ¿Qué opina
de la muerte de Orlando Figueroa? No sé, la verdad no sé,
¿quién? ¿Qué cree que pasaría si lo matan al Evo? Luto,
gasificaciones, ¿feriado? ¿Si vuelven a abrir un Mcdonalds irías?
Obvio. El título pasa a ser otra cosa: es muy creativamente empleado
como lo que es, un paratexto, y a partir de ahí impulsa el avance de
esta película hacia el documental televisivo entrevistador de
transeúntes, hacia la ficción rigurosamente subjetiva que te
sumerge en el mundo de unos marihuaneros de la ladera paceña, hacia
el préstamo youtubero low-res de la imagen traumante de Figueroa en
llamas. Se construye una energía connotadora muy vasta y llena de
risas cómplices a partir de ese juego tan creativo que
intuitivamente edita como antes sólo se escribía.
El
final. Flores sale por única vez de la cámara subjetiva para unas
peleítas con su amigo y dealer. Un poco como ha dicho ya Leos Carax
sobre Calvero y Rocky, Flores nos asombra con un final que también
es el despliegue de su propia mortalidad frente a una cámara,
trágica y ridícula y varonil como es el juego de peleítas. Si
nuestro director se relee a sí mismo y no va edulcorando su
imaginación en lo venidero, si aprende a dirigir a sus actores tan
bien como edita, burlará de lejos aquel suicida ensimismamiento
criollo que, como nos ha enseñado Mauricio Souza, hace cien años ya
era una decadencia en Alcides Arguedas. Por lo pronto, en mi opinión,
Cómo
matar a tu presidente ya
es un clásico.