Drop Down MenusCSS Drop Down MenuPure CSS Dropdown Menu

Friday, September 29, 2017

NUESTROS AÑOS NUNCA VAN A PODER SONAR HISTÓRICOS o ESTOS CORTOS PERUANOS QUE NOS HA TRAÍDO EL JOHN CAMPOS


por Joaquín Tapia Guerra


            Primero, como es frecuente, Pablo Barriga estaba vendiendo textos traducidos por él y su hermano en las antesalas de las proyecciones del Radical, a un precio que sólo cubre el costo del papel y las grapas. Entre ellos estaba Dispersión y montaje: una conversación entre Harun Farocki, Georgres Didi-Huberman y Ludger Schwarte en el Schaulager, y las preocupaciones y los nombres que resonaban en esa conversación, por una parte, al menos para mí, hacían recuerdo a las preocupaciones y los nombres que también han resonado en torno a las fechas del Radical de este año. Por otra parte, esta conversación está muy alejada de nosotros y en nada se parece a las del Radical, al menos no para mí. Entonces el propósito de este texto es explicar la doble impresión que he tenido al leer esta conversación traducida por Pablo Barriga, y al hacerlo, hablar de las películas de los colegas bolivianos, de amor y de cine, como siempre, las cosas que importan. 

           
            En el 2013, Mauricio Souza publicaba en el periódico Página Siete su comentario sobre la película Yvy Marey, de Juan Carlos Valdivia. En el final dice: ¨Yvy Marey sea acaso la mejor película de Valdivia. Si le reprochamos que sea tan charlada en su búsqueda o tan didáctica en sus alegorías culturales, lo hacemos conscientes de que es una película que ya parte de un grado cero: está muy bien hecha.¨ Y en su libro The art and politics of bolivian cinema, José Sánchez dice que en 1913 un artículo en el periódico El Tiempo celebraba las imágenes de Luis Castillo por ser ¨tan nítidas como las producciones extranjeras y que la cámara de Castillo capturaba vívidamente las imágenes de la ciudad.¨ Este salto de cien años a través de la prensa boliviana, ¿qué es capaz de revelarnos? He dicho antes, de manera más tímida, que el cine es un campo de batallas políticas entre países mucho más grandes que el nuestro. Esto es cierto y vamos a discutirlo más adelante, pero por ahora otra cosa nos importa, algo que es como una sospecha: quizás en el cine de todo el mundo, cada cien años y por ciertas casualidades específicas de las disponibilidades técnicas, la cosa se democratiza y es como si una pequeña ventana se abriera en donde es posible alcanzar los mismos valores de producción sin importar cuál sea el país desde el cual trabajamos para hacer cine. Quizás no. Es una sospecha.
            Pero por diversión supongamos que así es. ¿Qué sería importante sacar de ese supuesto? Para mí, dos cosas. Primero, que el solo hecho de sospechar algo así ya nos delata, ya deja claro que no estamos en Hollywood y que por eso nos preocupa la democratización de los valores de producción. Segundo, que lo que se lee entre líneas en esos dos recortes de prensa es una preocupación, muy característica de los cineastas y del público boliviano, por desvestir a nuestras películas de toda t'ampullez inherente; dicho de otro modo, por quitarles su valor distintivo, añadido espontáneo, que interpretamos tristemente como falta de calidad e inevitable recurrencia a los temas de pobreza, hambre, educación, revolución: lugares comunes de nuestro tercer mundo. Pero de aquí sale una discusión que no nos va a llevar a ninguna parte, así que cambiemos de curso.
            Quizás la mejor manera de cambiar de curso sin perder de mente lo que veníamos diciendo sería fijarnos en esto que decía Kuleshov sobre el naciente movimiento del cine ruso, durante los mismos años en que Luis Castillo aparecía comentado en El Tiempo:

            Primero que nada, dividimos el cine en tres tipos básicos: el cine Ruso, el cine Europeo y el cine Americano. [...] Cuando empezamos a comparar las películas típicamente Americanas, típicamente Europeas y típicamente Rusas, nos dimos cuenta de que eran distintivamente diferentes una de la otra en su construcción. Nos dimos cuenta de que en una secuencia particular de una película Rusa habían, digamos, diez a quince empalmes, diez a quince arreglos diferentes, [...] mientras en la película Americana podían haber desde 80, a veces hasta 100, tomas independientes.

            E inmediatamente después añade:

                  Las películas Americanas tomaron el primer lugar en provocar reacciones de la audiencia; las películas Europeas tomaron el segundo; y las películas Rusas, el tercero. Nos sentimos particularmente intrigados por esto, pero en el comienzo no lo entendíamos.

            Hay en las palabras de Kuleshov una consciencia fundamentada en las circunstancias políticas de la época. Esta consciencia consiste en saber que las películas de cada país son productos significativamente distintos que a su vez producen reacciones significativamente distintas en la audiencia. Tal consciencia es igual de clara e influyente aquí en Bolivia, también existe desde hace tiempo, pero no es para nada tan explícita. Lo que Kuleshov procede a decir luego del fragmento que cito es que él y su grupo se dedicaron a ver películas y a estudiarlas, a pensar en sus aspectos formales, a pensar si en verdad había una cualidad que demostrara que el cine era un arte. Ese trabajo, emprendido además de manera tan consciente, no tiene parangón en Bolivia.
            Aquí nos detenemos. Las preguntas que deben seguir a estos razonamientos quizás podrían ser: ¿Cuál es el origen de la preocupación por que nuestras películas se vean bien hechas o iguales a las extranjeras? ¿La superioridad técnica en la realización del cine tiene siempre que ir de la mano de la superioridad económico-política de un país por sobre otro? ¿La t'ampullez inherente en el cine Boliviano responde únicamente a una inferioridad técnica o tiene otras causas? ¿Por qué nunca ha habido una continuidad en la reflexión acerca de las cualidades específicas de un cine Boliviano en comparación con otros? ¿Por qué tal reflexión, cuando la hubo de manera intermitente, no partió, como en el caso de Kuleshov y sus colegas, desde los mismos cineastas?


            El viernes 15 de septiembre he visto algunas películas traídas al Radical de este año por el programador peruano John Campos. He visto Dictado (Edward de Ybarra, 2016, 18'), Q'ellucha (Marco Panatonic, 2016, 11'), Cocachauca (Analucía Roeder y Julieta Gutiérrez, 2016, 45') y Más amor, por favor (Adalí Torres, 2016, 23'). De estos cuatro, los mejores sin duda eran Cocachauca y Más amor, por favor. Lo que los hizo increíbles para mí era ante todo su sonido y su edición. En Más amor, por favor las personas se filman entre ellas mismas y así sus juegos y el paso del tiempo se logra sentir muy natural, muy tranquilo. En cierto momento las ideologías LGBT se apoderan del discurso del corto y ahí se arruina un poco, pero antes el sonido y los gestos arman un ritmo que la edición sabe articular bien, antes Amador (el protagonista) realmente logra comunicarnos sus deseos y sus miedos y su vida, y las siluetas en un cerro de arena en medio del smog limeño, el sonido de los roces y el color de los rubores de veras nos erizan la piel.
            Cocachauca es más tremendo. Agua, escarchas, ruidos electrónicos, cosas vistas generalmente bien de cerca, naturaleza, hormigas, perspectivas confusas que te hacen girar la cabeza, casas hechas mierda. La sensación de tener un soundtrack de cuatro pesos, a lo Korine o Godard, pero mezclado de manera experimental, con distorsiones, efectos y delays que vuelven a la película un viaje alucinante. La sensación de comparar esta selección titulada ¨Radicalismos peruanos¨ con otras más flacas. La sensación, que ni películas tan guerrilleras como las de César Gonzalez activan, de la sala vacía, la persona que te reconoce de la proyección anterior y entra y se sienta cerca pero no a tu lado, como en película de Tsai Ming-Liang, y uno se dice a sí mismo oh por dios se van a lastimar, estas personas se van a lastimar, se van a romper sus esperanzas de conocerse y todo va a terminar en algún parque deshecho en medio de lágrimas solitarias, pero la sensación de murmullos cojudos igual, de blocs de notas aunque todos sepamos que se va a escribir en los celulares, y la bulla emputante de la película de la sala 1, que interrumpe los silencios de la nuestra.
            El cine está vivo. Le agradecemos al Radical el hacernos recuerdo, por lo menos una vez al año, de que no todo es cuestión de ver películas en la computadora. Se lo agradecemos a los estrenos bolivianos también, que por patriotas o por amigos nos sacan de nuestros cuartos y nos empujan a las salas de cine. Y salimos pálidos, habiendo olvidado que ver películas en el cine también se trata de renegar por las personas que salen en media proyección a comprarse una coca-cola mini y vuelven a entrar sin remordimiento.
            Sin planteárselo, en estos cuatro años el Radical también ha sido testimonio de la relación, de cineastas y de programadores, con nuestros vecinos peruanos. Videofilia (Juan Daniel Molero, 2015, 112') está ahí; cómo los colegas bolivianos se han traumado de que gane el Festival de Rotterdam; cómo los peruanos han invitado a Gilmar Gonzales a dar talleres sobre la posibilidad de leer a qué tradiciones se adscribe una película a partir de sus planos-contra planos; cómo ahora, dos años más tarde, John Campos trae siete nuevas películas a Bolivia. Sin duda nuestros vecinos son más productivos, en sus películas logran huevear menos enojosa o culposamente, saben editar mejor, entienden la gigante importancia del sonido, pensado no desde ideas separadas de banda sonora, sonido directo y foley, sino como un conjunto y las sensaciones que es capaz de producir y comunicar. Lo mejor que nos ha traído y nos sigue trayendo el Radical es esta relación tan cercana que tenemos con el cine Peruano.


            Ahora sí, volvamos a la conversación que titula Dispersión y montaje. Esta conversación se desarrolla en torno a una película reciente de Farocki, Aufstellung (2005, 16'). No he podido encontrar la película en internet, pero de lo que hablan se entiende que es un corto que monta imágenes que son ¨ensamblaje de texto e imagen¨, algo así como el anuncio de Panzani que observa Barthes en Lo obvio y lo obtuso, pero no restringidas a publicidades, sino también simples letreros, gráficos en periódicos, revistas, libros, noticieros, etcétera. El tema de las imágenes son las migraciones laborales hacia Alemania, organizadas en un seguimiento histórico desde la década de los cincuentas hasta ¨la actualidad¨ (la conversación es del 2008). En varios momentos de la conversación se relaciona a Farocki con Godard, Didi-Huberman dice que Godard ¨tiene algo de Malraux¨ y ¨es más lírico¨, mientras que a Farocki quizás podría llamársele ¨contrapuntístico¨. Lo más interesante que se dice sobre la relación Godard-Farocki es de Farocki: ¨el montaje narrativo dice una y otra vez: soy fluido, soy fluido. Y es lo opuesto [...]. Fue Godard el que, en sus filmes narrativos, allá por 1968, siguió el montaje¨ (se refiere al narrativo), ¨pero con un cambio de énfasis. El close-up aparecía abruptamente, se quedaba mucho tiempo, pero los arreglos ganaban autonomía frente al contexto narrativo.¨ Más interesante aún, lo más interesante de toda la conversación, también es de Farocki:

                  Cuando fui a la universidad y estudié la oposición Eisenstein-Griffith, me puse naturalmente del lado del primero. No sólo porque Eisenstein significaba la revolución y Griffith el cine comercial, que parecía llegar a su fin. En el futuro, ya no iba a ser importante narrar fábulas, sino filmar pensamientos o alcanzar pensamientos cinematográficos. Por otra parte, con su Montaje de Ideas Eisenstein resistió más tarde al realismo socialista degenerado. Pero resultó que el montaje de contrastes, el Montaje de Ideas, sólo mostraba oposiciones muy simples: pobre-rico, o claro-oscuro. En el cine narrativo, el montaje se deriva, de hecho, de la historia. Pero, cuando se ven los detalles, también se encuentran oposiciones en la posición del corte. Sólo hay dos principios para cortar: similitud y oposición.

            Podríamos intentar concluir que todo cine es narrativo, pero que existen varias formas, varias tradiciones de narración desde los recursos del cine. Deberíamos recordar, con Piglia, que el nacimiento del cine es contemporáneo al debate sobre la literatura como arte o como entretenimiento, y que antes que quejas lo que deberíamos sacar de ese debate es la consciencia de una liberación: la novela que ya no tiene que preocuparse por la expectativa del consumo masivo. Podríamos usar ese mismo razonamiento para criticar la tonta queja de que la gente ya no ve cine sino solamente Transformers: el cine que ya no tiene que preocuparse por la expectativa del consumo masivo, las salas casi vacías, los festivales de cine, museos dedicados a la preservación del arte en el siglo XXI. Y es posible ir aún más lejos, fijarnos en que nuestro tiempo es aquel en que hemos podido conocer algo del cine de Luis Castillo gracias al trabajo de Kinetoscopio Monstruo, darnos cuenta de que nuestro tiempo es el de la preocupación por el placer de contar y también es de una accesibilidad impresionante para alimentar esa preocupación, y que urgen criterios historiográficos para organizar, interpretar, citar, comentar, montar el cine Boliviano. ¿Y en manos de quién está ese trabajo? Kuleshov dice: ¨La guerra seguía en 1916 y los mercados internacionales se le cerraron a Rusia. A causa de esto, el cine Ruso comenzó a desarrollarse rápida e independientemente. Arremolinándose entorno a las películas habían discusiones, disputas, análisis; gacetas de cine y revistas empezaron a aparecer; en las páginas de las revistas teatrales una disputa teórica emergió. La riña era acerca de si el cine era una forma de arte o no. Nosotros -la joven generación de cineastas- nos comprometimos con esta disputa con la más activa participación, a pesar del hecho de que no teníamos argumentos, no teníamos evidencia de que el cine era un arte.¨

Sunday, September 24, 2017

Mamalujos y Bazooka Joes

Un recién nacido y cien dinosaurios
Pedeando con las películas del vecino
Sobre Las Malcogidas

por Gilmar Gonzales



Cuando haces una película hay dos tipos de audiencia… los que están creyendo y entrando en el artificio y los que de una ya están pensando “yo hubiera hecho esto o lo otro”… desde así el más chango al más dinosaurio. Generalmente la gente de tu entorno inmediato será del segundo grupo… tu pueblo… porque como el cine es colectivo también, todos quisieran empujar las producciones cercanas en un sentido o en el otro.
La cantidad de gente –y va a ser cantidad porque va a ir harta gente- que le va a decir (o no) a la Denisse lo que piensa que se debería haber hecho o no, va a ser tal vez un peso que ella ya va a decidir si escuchar… o no. Al resto del equipo también le va a pasar eso en diferentes grados, pero los oídos de la Denisse van a ser las antenitas de vinil del infierno. Y eso se respeta pues.
De todas formas, a manera de inauguración de la época de las malcogidas como una niña correteando por el mundo –ya no el largo parto-, a manera de rutucha, o de bautizo – no tipo los bautizos de ingeniería-, quisiera publicar algunas ideas, peros, sugerencias extemporáneas… lo siento…
También, como principalmente soy alguien que va al cine a ser feliz, quiero hablar de las partes que me han hecho volver a vivir el cine como cine… Porque el hecho de inventar nuevas formas que funcionan, siempre es algo para ser celebrado…
Al hablar de “lo que funciona” me remito a una paráfrasis de la película Orange Confucius, una de las pelis radicales programada por John Campos: “los cineastas no vemos necesariamente una película como una estructura. Nos acordamos de las partes que nos han parecido buenas, alguna síncopa, algún movimiento de cámara, alguna mirada, algunos sonidos, y discutimos de los momentos cuestionables.”
También, y sin embargo, cuando las películas giran en torno a temas tan nombrados, como las malcogidas, pueden limitar las posibilidades de brindar descubrimientos a la gente, los descubrimientos que te ofrece la hora y media que se te da para difundir algo. Cualquier cosa. “¿Qué es el cine?” Pregunta Godard. “Cualquier cosa” responde a veces. Ahí su belleza.

Primer chiste.
Primeros desgloses del uso de los ritmos cómicos…
Spoilers.
La película empieza con un plano largo largo ded Denisse –Carmen- haciéndose enyesar la panza en algún tipo de local que no puedo llegar a identificar. ¿Peluquería Lain? Primera pregunta. ¿No reconozco ese lugar por machista? ¿Por menos jailón? ¿Por más jailón?
Bueno, la cosa es que tiene que estar con los brazos abiertos. Largamente. Vemos su cuerpo, vemos sus ojos, sus ojos viéndose largamente. El plano largo funciona. La duración lo hace cómico. Cuando veíamos esa acción en Full Monty, el gordito estaba ahí mirándose al espejo un cachito en una secuencia de montaje y terminaba creo el plano comiendo una barra de granola. No sé si me acuerdo mal.
Pero en las malcogidas el plano dura. De repente todos los temas y las ironías que se están poniendo sobre la mesa van apareciendo a través de la duración de ese plano. ¿De los ojos de una gorda orgullosa mirando finalmente las huellas de su capitulación? ¿De la Denisse teniendo que actuar y dirigir?
Luego se tropieza y se cae.
Primer corte, segundo chiste.
La caída de los personajes es una imagen que vamos a ver muchas veces a lo largo de la peli. Bernardo Arancibia -Honorio/Karmen, el hermano travesti de Carmen-, recibe algunos azotes de los miembros de una organización de homofóbicos que salen a buscar gays a los boliches. Carmen se tropieza alguna vez más y también recibe algunos queques que la dejan con el labio roto. Los queques y las caídas de los personajes son una imagen recurrente, y son los momentos en los que se ha empleado digamos los truquitos cinematográficos de los que uno se pregunta: “¿Cómo han hecho eso?” Además le funcionan como metáfora. En fin…
Yo -y también gente con la que hablé de la peli- hubiera sugerido esto: a veces no es necesario mostrar las caídas. O esta primera caída. Que el primer corte sea el raccord un poco saltado de la caída es un punch line innecesario. Hay chistes que a veces está bueno dejar a medias –o terminar sin enfatizar el final- y funcionan. Si el título aparecía mientras Carmen espera y espera, se hubiera tal vez resaltado un chiste que funcionaba mejor sin el plano que lo sigue. Si se caía en el mismo plano y veíamos por un tiempo el espacio vacío, y el corte era a la mujer ya caída y en reposo, creo que daría. Que hayan tantas caídas, de todas formas, normaliza el efecto de extrañeza que da esta primera.
Bien específico mi “yo hubiera hecho esto”.
Tal vez sea una huevada mi sugerencia. Pero en términos macro creo que se refiere a una actitud bien presente en la película: la actitud de terminar siempre los chistes con una línea conclusiva, con un punch-line. Y eso muchas veces nos cuenta un buen chiste, pero a veces se nota como una actitud muy preocupada por resaltar el hecho mismo de que se está contando un chiste. Incluso el plop! de condorito pasa fuera de campo. Tener en una viñeta siguiente al plop! en realidad estaría de más. A no ser que sea ya muy chistoso obvio.
El diseño de producción.
A veces por el estrés de un rodaje, nos olvidamos de que la ok go! podría ser una posibilidad si se ahorrara en otras cosas.
Como la dirección de arte.
Hay una tradición de producir las cosas que debe ser la más enseñada y practicada en Bolivia. La que se aprende en las universidades o en las escuelas de cine más canónicas. La norma. La forma en la que se ve al mundo y luego se lo produce. Lo que propone la Eca digamos. Esta forma le da un peso gigante a la dirección de arte y a la iluminación pesada. La parafernalia del cine en acción. Tan así es la cosa, que mucho del cine boliviano parece que sucede en el mundo de Bazooka. Yo no digo: “está mal crear un universo propio”, pero digamos -y esto para terminar la parte de las sugerencias latosas y tal vez malintencionadas del contexto de la Denisse- creo que el saber ver esa historicidad de las imágenes, o sea: “que pertenecen a una estética más de su contexto de producción que de la inspiración”, saber ver eso podría llevar a conclusiones como la de utilizar la línea gráfica de Bazooka, lo cual sería fuente de muchas posibilidades creativas, empezando por enfatizar que se están metiendo nuevos paradigmas en un universo sin gordas, sin gays, sin sexo, o sea en el universo de Bazooka.
Espero no se malinterprete esto. Películas como Scott Pilgrim han usado la estética de las historietas ochenteras de maneras muy interesantes, y me parece que en ese sentido, la línea gráfica de Las Malcogidas se quedó un poco en cierta indefinición. Una barra rota por el peso de una gorda no es tan buen chiste como para definir toda la línea gráfica. Y tampoco tan cinematográfico. La línea gráfica de Las Malcogidas parece del universo de Shallow Hal. Esa peli en la que Gwyneth Paltrow no sólo es gorda, sino bien fea.
Y las malcogidas es mejor que eso.
El fuera de campo. La solución Haneke.
¿Qué es un orgasmo? En la película, que termina con el orgasmo de Carmen, un orgasmo es un click de alegría en el cambio de la mirada de la actriz. Algo en ella se ha prendido, y eso le afecta adentro y se ve a través de los ojos. No niego la efectividad de esa imagen. Es un momento cinematográfico. Ver un cambio a través de los sutiles movimientos del cuerpo, de un par de ojos, es una solución cinematográfica.
Pero la Bennys Video, en este caso, siendo una sugerencia tal vez imposible de ser tomada en cuenta, tal vez juvenil, muy humor de hombre perro, la Bennys Video(1), siendo así adolescente es graciosa de imaginar.
No los vemos tirar al final. Pero la Denisse ha grabado un audio de un orgasmo verdadero y grita como en ninguna porno, y así su emoción es demasiado excesiva, está reventando, ama, ama, ama ese buen contacto de suculentas gónadas. Fin. El sonido de gente tirando rico es un elemento sumamente peculiar y extraño, más relacionado al sexo como tal, como presencia en nuestras vidas, que el hecho de ver una teta.
Imposible solución. Sólo existe imaginada.
Hasta ahí las sugerencias de un boludo.
Y ahora las felicitaciones por la wawa.
Porque así bien incómodo ser de esos que van a ver a la primera wawa de alguien y están así cuchicheando que está fea, que parece un ratón, que tiene un casco de pelos, que está rechoncho o parece un marrano flaco.
Primero.
Uno de los placeres del cine es su capacidad de transmitir cada vez por primera vez el hecho de que un ser conozca a otro. Ahí, creo, hay un arte. Mostrar cómo es el cuerpo de alguien cuando está cómodo con alguien familiar, cómo se pone el cuerpo cuando se enfrenta a alguien que lo achuncha, cuando se acerca sin querer a quien pensaba que no se acercaría, cuando ríe, cuando está aburrido, etc. El manejar esos elementos con soltura es un arte que se va desarrollando a lo largo de la vida. En lo personal pienso que el despojarse de tanta parafernalia es el camino más seguro para planear o conseguir seres de carne y hueso respirando y relacionándose en la pantalla (porque el trabajar una peli como si fuera una publicidad solamente mata todo resquicio de vida que queda en los lugares o los actores).
El equipo de las malcogidas apuesta por la parafernalia del cine. Y así, en esos espacios construídos, se ha conseguido, creo, evolucionar en poner en escena a personajes con soltura, se nota eso especialmente en relación a Casting y los cortometrajes de Denisse. Esta sensibilidad al encadenar imágenes de soltura corporal, está desde la concepción de la peli, y tal vez por suerte, como un feliz excedente de haber trabajado consigo misma y con su hermano como actores principales.
Un ejemplo de lo contrario, de la incapacidad de tener algún tipo de relación de cuerpos y de gente en pantalla, es la película Eco del Humo de Juan Álvarez, que sugiero sea vista –por lo menos el tráiler- para entender a lo que me refiero.
Otra solución cinematográfica. (spoilerazo)
La escena en la que todo se junta y explota la peli:
  1. Carmen va a ver al chico que la calienta en un concierto al que él le ha invitado, y él está con ganas de prenderse y dársela en el baño. Ella chocha. El chico que realmente la quiere, el gordito que sabe de las dietas y de las inseguridades de Carmen, ve la escena y se muere de tristeza. Finalmente, antes de que Carmen culee rico por fin, el galán toca el yeso que cubre su barriga, y eso le da un enorme asco y desagrado que lo sacan del rapto sexual.
  2. Karmen, el hermano travesti, está concursando en un evento de belleza gay, entonces lo vemos desfilando con sus mejores galas. Entre los miembros del jurado vemos a Saxoman deliberando junto a Samuel Doria Medina. En medio de travestis así medio bizarros, Karmen es la más churra. Pero se cae de jeta.
  3. Por narcoléptica, la abuela quema la casa donde viven todos los personajes. Es una secuencia larga –obviamente entrecortada- que le da como suspenso y ritmo a las otras dos.
En una entrevista, Woody Allen cuenta que el momento de llegar al montaje de todas sus películas, inevitablemente se quiere suicidar. Nada funciona como se esperaba. “En la sala de montaje” dice, “veo la película muerta y trato de hacer que reviva”. Godard le pregunta con malicia: “¿Pero no crees que en serio eso era posible, que tal vez capaz la revivías en montaje?”. Woody Allen se queda perplejo. “¿En serio crees que no lo he logrado papá?”
La secuencia climática me parece que es ejemplar para hablar de las capas que se agregan a una escena durante la post producción. Se nota que el plan era otro. O sea: varios van a notar que el plan era otro. Parece que se han producido las tomas para que una música diegética (la del concurso de belleza, o la de los espermos?) se convierta en extra diegética en una estructura tipo secuencia de montaje, o montaje paralelo. (¿Tal vez querían mezclar los diferentes géneros polifónicamente como en los musicales?)
En el producto final, parece como si hubieran tenido que repensar este clímax en montaje. Toda la música se va hacia lo más abstracto, atonal. Hay unos cuerpos desnudos de parejas cogiendo que se sobreponen al marco que hacen las cabinas del baño donde Carmen y el galán se prenden. No hay referencia sonoras a músicas diegéticas, lo cual hace que todo parezca visualizado y organizado por ojos externos a la peli. Hay un estado de ánimo colectivo –y construido a través del montaje- que solamente apunta al desastre, al fin, y ese fin es innegable. Todo lo que está mal va a estar mal. Los personajes parece que han aprendido algo o logrado lo que querían, pero en realidad eso que estaba mal va a seguir mal.
Es tan diferente al resto de la película esa secuencia, que parece decir que las cosas son peores que la conclusión de todos los hilos narrativos. Hay una energía muy fuerte e irresuelta puesta en juego.
Y el final no es tan feliz. Carmen termina cogiendo con el gordito que la ama, pero en realidad está feliz por su orgasmo, se caga en el gordito. O sea le interesa que se la den rico, y ni modo, al lindo nunca lo tendrá. El gordito es su uyustool. La abuela, muerta. Y el gay así exiliado por gay. Y además la caga a su hermana al no mandarle al lindo que se dio cuenta que amaba a la gordita.
Tal vez el soñador del sueño es el gordito. A él le va bien en todo finalmente. El bien cogido. La peli lo deja tranquilo, y al no ser mostrado casi nada es así el que parece más inteligente, alejado de todo, un poco así crítico, y le gusta full el cine… Porque finalmente la Denisse sí está preocupada por mostrarse guapa, y se la ve guapa y más y menos inocente, y el gordito es así re norm core.
Hay algo cinematográfico en que lo que parece una cosa al mismo tiempo tenga otra cosa latiendo por debajo. En esta peli pasa por un montaje climático que parece contrapuntear las intenciones primeras. A ver esto nos enseñó Twin Peaks.
Un último detalle
Es raro que el personaje Carmen tenga los tatuajes de la directora Denisse. Tal vez Denisse ama tanto sus tatuajes que luchó por tenerlos en escena. No sé si de manera planeada o no, a veces los tatuajes de Carmen parecen unos protectores mirándola con cariño siempre que se quiere morir. Alguien está cuidándola en esos momentos y ella sólo ve su soledad sin orgasmos.
Moraleja
No me deja de parecer importante hacer este hincapié, aunque es una crítica de siempre y que va de mí/nuestro lado de las cosas hacia el lado de la directora y la productora y la producción: el intentar ocultar los lugares del mundo con mucha dirección de arte es una forma contraria a los valores que la película parece enarbolar. Sin eso las cosas capaz salen más chistosas y más baratas. Capaz también no.
Por otro lado, que los truquitos sean más alucinantes, debería ser también un objetivo de este cine. ¿Cómo hubiera sido -repito esto- si las caídas se hacían traumantemente musicales como los planos de ok go?
Es verdad. Yo pensaba que iban a haber así escenas musicales de peleas entre gays y pandillas de homofóbicos.
De todas formas se hace esta crítica porque asumimos que no estamos frente al último round de la Denisse luchando por apropiarse del difícil difícil difícil género musical. Desde la época de su rodaje a esta parte, me parece que su equipo de producción -y por lo tanto sus posibilidades de producir un musical-, se ha visto claramente ampliado, mejorado, potenciado. Enhanced no tiene traducción. 











1.  Bennys Video, una de las primeras películas de Michael Haneke, tiene una escena brutal, tal vez la más brutal según mi experiencia de espectador. Benny, un tipo que no está conectado con nadie, lleva a una chica x a su casa. Al principio parece que quiere sexo casual, pero luego vemos que le da curiosidad saber cómo es matar a alguien. Así pues, encuadrado por una cámara fija de su pertenencia, Benny le da un disparo a la chica con una pistola de matarife. El sonido del disparo ya de por sí es horrible. La chica cae, pero no ha muerto. Grita de dolor. Aúlla de dolor. No la vemos. Benny no sabe qué hacer y se acerca al cuerpo de la moribunda fuera de campo. Le apunta. Ella vuelve a aullar. “No, por favor no!”. Otro disparo. Silencio. No ha muerto aún. Vuelve a chillar la pobre chica. Benny, visiblemente turbado, carga la pistola nuevamente. La chica chilla de dolor. Benny se acerca nuevamente, y nuevamente los no por favor no. Benny vuelve a disparar.


Thursday, September 14, 2017

¿QUIÉN RAYOS SIGUE VIENDO TELE?


Sobre La libertad del diablo (Everardo González, 2017), México, 74'
por Joaquín Tapia Guerra

            La libertad del diablo es la séptima película de Everardo González. Como ésta, la que hizo el año pasado, El Paso, creo que también tiene que ver con las atrocidades que el pueblo mexicano sufre con el cartel en esa zona fronteriza del norte que se llama Ciudad Juárez. El Paso sobre los reporteros anónimos, La libertad del diablo sobre las víctimas y los cuatreros. Testimonios, buenas preguntas que les hace González a sus entrevistados, overlappings a la Herzog (esto se entenderá después), música fea de zumbidos oníricos, pero ante todo mucha investigación.
            Everardo, además, ha venido a Bolivia hace dos años, ha dado charlas magistrales al lado de otros célebres latinoamericanos de los cuales uno siempre se entera recién a la ocasión del evento mismo que los presenta. Miento; Lisandro Alonso estaba entre ellos, y a él sí lo ubicaba. A ver, quizás recuerden este anuncio:



            En su ensayo sobre la tristeza, Montaigne habla de un rey egipcio (no recuerdo al pie de la letra) que tras perder a sus hijos no manifestó ningún signo de tristeza, pero que a la muerte de uno de sus subalternos rompió en lágrimas. Le preguntaban porqué llorar por un simple soldado y no por sus hijos, su propia sangre. Él respondía que porque hay dolores demasiado enormes para los cuales no hay ninguna vía de expresión, así que en esos casos es mejor callar, mientras que otros dolores más pequeños, como la muerte de su soldado, sí es posible llorarlos.
            La sensación de ver La libertad del diablo hace pensar en eso. El dolor, las víctimas, las culpas, los desaparecidos, las familias rotas, la primera vez que asesinas a un niño, la vez que te dan un Audi A4 cuando todavía tienes catorce años, el rato que empiezas a ubicar la jerga de los cuatreros (¨una raya más al tigre¨, ¨chacal con calavera¨), los calibres de las pistolas, la vez que reconoces el ¨tennis¨ de tus hijos en medio de la tierra y lloras y gritoneas preguntas a los que han hecho eso, puros adolescentes incapaces de mirarte a los ojos. Ya. Pero ¿está bien mostrar eso? Se puede intentar justificar: la historia terrible del sufrimiento de estas personas que han estado a uno y otro lado de la pistola, es importante comunicarla a todo el mundo, volverla una preocupación generalizada; la sensación de ver todos los días en las noticias datos de esas atrocidades y no hacer nada, que sería imperdonable, no lo dejaría a Everardo vivir consigo mismo; quizás el morbo es culpa del filmar y no de un propósito, en principio, morboso; etcétera.
            Sin embargo hay dos cosas que me hacen dudar. Al salir de la proyección, mi amigo Simón ha dicho: (parafraseo) lo que ha pasado en México es una mina de oro para los que hacen estas películas. Eso es lo primero, y lo segundo es que el recuerdo que me he llevado de la visita de Everardo en el 2015 es uno de desconfianza y desagrado. ¿Por qué? No me es posible argumentar con autoridad profética, pero son esas cosas con las que una persona juzga, un poco de antemano y otro poco con evidencias, si va a creer o no en alguien. Aquí, eran las miradas furtivas con que escaneaba a las talleristas, lo que respondía más a sus preguntas que a las del resto, lo que hablaba de storyline, de estructuras de tres actos, de giros de tuerca y todas esas cosas empalagosas que uno aprende a odiar en las convenciones de cineastas/cinéfilos/cinelucradores.
            Pero también es una película con cierta medida de gusto que la eleva por encima de otras cosas. Las máscaras con que habla toda la gente, color piel, con unos huecos para boca, ojos, orejas y nariz, con costuras unas veces bien hechas y otras medio caseras al borde de unos trazos antes marcados con bolígrafo negro. Los overlappings (que arriba llamo a la Herzog) de un primer plano de las personas sólo mirando, pero ya con el audio de ellas mismas hablando, y luego de unos segundos corte a la imagen correspondiente a ese audio, como invitando a mirar esas caras aunque estén enmascaradas, tan expresivas y macabras. Las cosas que hablan las personas, la manera en que las preguntas breves de Everardo las conducen por buenos lugares, por curiosidades que nosotros como espectadores también teníamos ratito antes que él las diga. La música, que yo he detestado pero seguro a muchos les va a gustar, estilo ratos-solemnes-y-pensativos-después-de-la-proeza-de-algún-héroe-en-Game-of-thrones. Se puede seguir.
           
            Hoy por hoy yo no veo nada de televisión y creo que eso se puede extender como la insignia de nuestro tiempo. Lo que pasan en la tele es basura y en la tele nacional triple basura, encima groseramente bien pagada-- hace renegar. Si al lado de sus planes festivaleros, a este tipo de películas se les indicara su notable mérito periodístico y se les propusiera a sus realizadores conformar una nueva guarnición de infantería (o sea los primeros que van a morir) que se encargue de hacer los programas de una nueva televisión, quizás los jóvenes dejaríamos de meternos 24/7 en nuestras laptops y podríamos volvernos a sentar con nuestras familias a ver History Channel de vez en cuando.


Sleep has her house

Sobre Sleep has her house (Scott Barley), UK, 90'
por Gilmar Gonzales Ascarrunz

Un dato que se me compartió antes de ver la película, y con emoción, fue que se filmó con un iPhone.
Ya no es novedad podría decirse. La democratización de los medios de producción ha cambiado todo el sistema de difusión y consumo de cine. Ahora pasa que los famosos se filman con el celular, o hacen pelis con el celular.
Ésa es una paradoja. Dos sistemas texturales digamos, funcionando al mismo tiempo. La filmación barata. El hombre caro. El hombre mercancía. El hombre que cuesta diez millones por tres días de rodaje se regala su cuerpo a sí mismo. Súper productor indie. El suicidio de Johnny Depp.

Esto último era una digresión. Una digresión tal vez que sirve de alerta sobre una conformación de las cosas que se siente flotar en el contexto cinematográfico local, pero también internacional. La misma democratización del medio, es el miedo, parece estar causando mucho tedio frente a las nuevas formas cinematográficas, parece estar conformando un mundo del cine ávido de auto engullirse, o de depredar lo que se sale de los cánones. ¿Caducidad del dogma?
De repente todo el mundo es cineasta, y todos son críticos. Con toda razón. Las películas contemplativas ya no funcionan como un solo bastión de resistencia. Y antes, lo juro, eran así. Había garra, había violencia, había fuerza política al buscar insertar víruses audiovisuales en medio de contextos de cine como espectáculo prediseñado: juegos de montaje en donde parecía haber un plano largo y aburrido. Play fucking time.

Good bye Dragon Inn

Hay citas de íconos del cine reapropiadas de mil maneras por las nuevas generaciones. Mil referencias. Como diría el maestro Tarkubrick, o como decía el gran Stroheim o como dirían Aki Kauriculo o la Lucrando.

Una cita muy famosa viene de una entrevista a Kiarostami de la edición Criterion de Taste of Cherry. Hablando de Tarantino, dice que prefiere las películas en las que el público se puede dormir, pero que de todas formas dan algo inolvidable, una sensación pequeña –una pequeña flor creo que dice- que el espectador va a cargar por un tiempo, y que luego tal vez se marchite, o que finalmente se reproduzca.

Lo anterior es una paráfrasis.

Y demasiado parafraseada y robada sí ha sido nomás esa frase. Por mí jodido, pero por varios.
Scott Barley, el director de Sleep has her house, (en español sería algo así como: el sueño tiene su casa pero en femenino –her house-, su casa de la mujer digamos, o una situación de producción: después de rodar duermo en una casa, o mientras duermo entre árboles, ella está en la casa... o no), el director de esa peli, digo, también hace esta paráfrasis de Kiarostami al hablar sobre su película, y me parece, también a través del título.  Sleep has her house. El sueño tiene su casa.
Sleep… tenía que ser un videoarte de cuatro horas. La gente estaba invitada a entrar a la sala y dormirse mirando las imágenes. Planos largos del bosque filmados durante un año en Gales y Escocia. Eso es todo.
Entiendo los bostezos de un espectador común al imaginarse una película así. Alison Spedding estaba en la proyección de la película -a invitación del amigo que también me la había recomendado-, y al levantarme me preguntó:
-¿Te ha gustado? ¿Qué es lo que te ha gustado?
– La historia.
– ¿La historia?
Obviamente esto de la historia era una broma.
Pero digamos ¿qué es la historia?
En este caso está también pues en el fuera de campo. Y en los modos de producción. Por un lado un tipo solo en medio del bosque. ¿Dando vueltas en círculos? Filmando. Casi siempre filma la noche, y en la noche, árboles bamboleantes perdiéndose en la pantalla negra. Hay fundidos que nos llevan de un espacio al otro, pero nunca estamos totalmente seguros de que ha habido realmente una transición. O cuántos planos han pasado frente a nosotros. ¿Cinco? ¿Uno?
Pictóricamente cada plano parece un cuadro. Cuadros totalmente negros y con las siluetas de los bosques casi imperceptibles. Los valores de plano se hacen confusos. También hay algunos días filmados (o sea ya no la noche, sino el día), pero ésos son un poco ridículos, creo, porque demuestran a veces el proceso de montaje que ha dado pie a decisiones así. Planos lindos de cielos azules y nubes rojizas que sirven como un respiro, un contraste de la maraña negra que va fundiéndose consigo misma.

También, por el final, se ve un fuego que entra en plano un ratito, y largamente el ojo de un caballo.

Entre Nanook y el Instagram.
Digo Nanook porque nos remite a una experiencia de viaje del realizador. Obviamente se podría comparar Sleep has her house con películas más contemporáneas, películas sin personas o personajes, digamos, no sé, Benning o Patiño, pero finalmente toda esa tradición nos remite a Nanook... aquí del Instagram.
No Instagram en el peor de los sentidos, pero sí tal vez en uno desacralizador.
Ir al bosque, estar en total soledad, pero en el bolsillo un celular conectado al internet. Incluso el tufillo instagramero de las imágenes nos hace imaginar que detrás del cuadro hay un auto esperando, o por lo menos un paquete de sándwiches en una lonchera.
Digo esto por nombrar una imagen de los tiempos, no por restar méritos.

Sándwiches o no, los bosques de sombras son lugares donde se gestan misterios.
Si yo me imagino digamos hacer un documental contemplativo sobre el bosquesillo de Pura Pura solo en la noche, la verdad, siento un terrible escalofrío y me meo un poco.
Tal vez ese escalofrío es el que se trata de decantar al espectador a través de estas imágenes hipnóticas. La pantalla de cine como una ventana que se abre para ver los árboles de la noche.

El cine radical como aprendizaje cinematográfico: si Lynch veía estos bosques se los robaba.

Así como en la totalidad de esta película, el bosque en la noche es un elemento importante de la serie Twin Peaks. Lynch -en la tercera temporada- ha retomado algunos riesgos (riesgos para el contexto) que había explotado en los 90. Apuestas rítmicas, dilatación de las duraciones incluso de los más básicos planos contra planos o en las acciones más banales como el barrer un bar o fumarse un cigarrillo. Así también los bosques en la noche de Twin Peaks se han hecho más largos, y funcionan como materia prima de interminables fundidos de las escenas que representan el ingreso a otras dimensiones. Se nota que Lynch ha ampliado su repertorio de referencias. Jodido. Siendo tan canónico, su libro de las noches es finalmente de las noches.
El mundo tiene misterios. Los rayos que salían de la tierra y se iban al cielo en México te ponen los pelos de punta. Las bombas atómicas que cavan socavones a no sé donde. La electricidad se transmite. Es de terror. El bosque en la noche es un misterio sin ninguna duda. 
Me acuerdo de tantas peleas en medio de la noche, y cada una es un universo. Portales abiertos a fuerza de llorar escondidos detrás de cada rostro. Garmonbozia.
¿Cómo nos enfrentamos al misterio?

“Nadie le gana a Blair Witch mother fuckers, pongan pues una pasadita en su festival” diría Yecid Benavides, y yo le haría el aguante.