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Sunday, September 16, 2018

Mar Negro

Oh potentes industriales que transformáis el mundo en maravilla
Escuchad mi voz de gratitud…

Desde el psiquiátrico de Sucre, alguien se dirige a los que transforman el mundo. “Mar Negro” registra los últimos días del poeta Hugo Montero en la institución en la que pasó la mayor parte de su vida.

La estructura de la película es sencilla.
Hugo Montero lee sus poemas en off, sobre pantalla negra.
Vemos la cotidianidad del psiquiátrico. Algunos segmentos están filmados en formato  HD apaisado, otros más antiguos en un SD más cuadrado. Es notorio que el HD parece interesarse más por la mecánica, por el funcionamiento del psiquiátrico. Muestra controles médicos, afeitadas y deporte. Al ser preguntados, los pacientes dicen estar en el año 1. Asistimos a paseos, escuchamos conversaciones e intuimos jerarquías. El SD en cambio son fragmentos, impresiones y miradas en un montaje asociativo. High Definition y Standard Definition. ¿Qué significan hoy estos conceptos, desde una ciudad boliviana de provincia? ¿Qué es high, y qué es standard? ¿Qué es definido, y cómo? En Mar Negro estas preguntas aparecen y desaparecen. La película, entre otras cosas, es un documental sobre cómo filmar, cómo acercase al otro.

También podríamos decir que Hugo Montero resalta en el psiquiátrico así como Mar Negro resalta en nuestro panorama cinematográfico.

Esos poemas en off son destellos de verdad. Se supone que el género documental registra una realidad más o menos objetiva. Podemos argumentar y decir que cada encuadre es un recorte y que cada película es una construcción, pero no vamos a negar que efectivamente a Hugo Montero lo afeitan de izquierda a derecha, que le gustan las chompas de lana, que llama al psiquiátrico “cárcel de inocentes” y que cuándo le preguntan si su obra habla de Dios, responde: “Algo”.
Eso es la realidad.

Sin embargo, los poemas que oímos en off abren una puerta, crean otro nivel de realidad. Sobre la pantalla negra aparece un resplandor. Otro mundo es posible.

Mar Negro nos recuerda lo que puede ser el cine.

Tuesday, September 11, 2018

Cómo matar a tu presidente de Ernesto Flores (2018, 60’) hoy a horas 18:30 en Radio Huayna Tambo

¿Dónde está nuestro canon?
Hoy a horas 18:30 en Radio Huayna Tambo: Cómo matar a tu presidente de Ernesto Flores, 2018, 60’

Una anécdota. Le contaba a mi hermana no hace mucho que estoy filmando una película y que el procedimiento que sigo consiste, casi siempre, en visitar personas, filmarlas sin agenda prevista, entrevistarlas a lo mucho y cruzar los dedos para que algo bueno pase mientras tanto. Decepcionada, ella ha respondido: lo que tú y tus amigos hacen no son películas, lo que hacen es hacer todo menos una película.
La relación inmediata que se me ha ocurrido. Marguerite Duras dijo exactamente las mismas palabras en un momento clarividente pero cursi en que, interpreto, hacía más un grito de guerra que un análisis formal. Hacer todo menos una película. Buscar otras formas de producción ahí donde no hay industria ni dinero. El auge del digital y de los terceros mundos. El empalago de mil artes contemporáneos.
El Radical. Tres películas de la programación han llegado a nuestras manos antes de tiempo, Algo quema, Mar negro y Wiñay. Panorama del más nuevo cine boliviano. Sin embargo, como antes ocurriera con el cine alteño, es otra película la que descubrimos: Cómo matar a tu presidente de Ernesto Flores. La película se pagó con 2000 bolivianos, se filmó en un mes y se editó en cinco días y tres trasnoches. Cámara amarrada a la cabeza del propio Flores, el plano-subjetivo-secuencia y el jump-cut proliferan con mano editora experta, su propia voz en off fluctuando con flexibilidad apabullante del diálogo diegético al monólogo interior. En principio parece tratar del propio Flores y sus amigos planeando algo que, por el título, tememos sea demasiado grave. Un montaje alterno articula esto con entrevistas. ¿Qué opina de la muerte de Orlando Figueroa? No sé, la  verdad no sé, ¿quién? ¿Qué cree que pasaría si lo matan al Evo? Luto, gasificaciones, ¿feriado? ¿Si vuelven a abrir un Mcdonalds irías? Obvio. El título pasa a ser otra cosa: es muy creativamente empleado como lo que es, un paratexto, y a partir de ahí impulsa el avance de esta película hacia el documental televisivo entrevistador de transeúntes, hacia la ficción rigurosamente subjetiva que te sumerge en el mundo de unos marihuaneros de la ladera paceña, hacia el préstamo youtubero low-res de la imagen traumante de Figueroa en llamas. Se construye una energía connotadora muy vasta y llena de risas cómplices a partir de ese juego tan creativo que intuitivamente edita como antes sólo se escribía.
El final. Flores sale por única vez de la cámara subjetiva para unas peleítas con su amigo y dealer. Un poco como ha dicho ya Leos Carax sobre Calvero y Rocky, Flores nos asombra con un final que también es el despliegue de su propia mortalidad frente a una cámara, trágica y ridícula y varonil como es el juego de peleítas. Si nuestro director se relee a sí mismo y no va edulcorando su imaginación en lo venidero, si aprende a dirigir a sus actores tan bien como edita, burlará de lejos aquel suicida ensimismamiento criollo que, como nos ha enseñado Mauricio Souza, hace cien años ya era una decadencia en Alcides Arguedas. Por lo pronto, en mi opinión, Cómo matar a tu presidente ya es un clásico.