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Tuesday, September 12, 2017

Los Fantasmas del cine contemplativo y de la influencia. Y yo, el autobiográfico.

Sobre THE CITY OF MIRRORS: A FICTIONAL BIOGRAPHY (Minh Quy Truong, 2016), Vietnam, 87’

por D.V.

Existe una tendencia en jóvenes cineastas (me resulta un poco pedante el término, no con respecto a los mencionados jóvenes cineastas, sino en general: “ soy cineasta”, me estremece pensar escuchar esas palabras), tendencia que se puede fácilmente resumir en un retorno (o inicio desde?) a las raíces. La cuestión postmoderna, y la presumible premisa de que no hay qué más decir que no se haya dicho ya, o la poca imaginación, o la presión tal vez de mostrarse, de una manera aunque sea rebuscada y faltante de esa honestidad primordialmente requerida en la noción de decir “este soy yo” pero que se justifica por algún tipo de aprobación del zeitgeist cultural, son posibles respuestas a la nunca hecha pregunta de por qué hay tantos cineastas (estremecimiento) que deciden mostrarnos su vida, de dónde vienen, quiénes son por quienes eran sus ancestros, etc. Y no quiero ser crítico del tropo como tal. Creo que en realidad existen notables ejemplos de este tipo de terapia cinemática a la que recurren directores modernos o del pasado, que tienen y podrían tener resultados muy entretenidos y considerables. Y es que en realidad es desde ahí de donde quiero hablar un poco de la película del vietnamita Minh Quy Truong.
Antes de entrar a la sala me encuentro con X y Z, ambos amigos, ambos jóvenes cineastas (doble estremecimiento). Como muchas veces me uno a la conversación sin decir mucho o casi nada, y como camuflando el hecho de que en realidad yo no estoy aportando nada. X le cuenta a Z sobre Y, otro joven cineasta, el cual está embarcado en la travesía de filmar y montar una película sobre su familia. Familia que, me entero en ese momento, tiene un lazo notable con la historia del país, desde lo controversial. Interesante, anecdótico, me siento intrigado de alguna manera. Pero al mismo tiempo caigo en la realización de que gran mayoría de la gente que conozco que hace cine de una u otra manera está haciendo esto, está volcando la cámara, hacia sus casas hacia sus familias, hacia ellos mismos. Y me parece un poco triste, como aburrido, como que lo que voy a ver salir de estos jóvenes por el momento va a tener algo similar que por más que esté bueno, también justamente por eso, podría ser algo que involuntariamente genere un pequeño y momentáneo estanque, competitivo sin duda, e interesante mientras no se deteriore y se replique en copias de estilos funcionales del momento, va a ser entretenido pero también hay un riesgo.
Al mismo tiempo podría ser sintomático de jóvenes cineastas (...) del tercer mundo que antes de adentrarse en búsquedas más complejas y caras, se miran a sí mismos, sin plata que gastar y con mucho que decir, “voy a empezar por el principio, por mi casa”. Y salen cosas. Miguel Hilari (El corral y el Viento), Luciana Decker (Nana), Diego Revollo (Sol Piedra Agua), todos de una manera u otra han hecho algo así. Han hablado de ellos mismos, de muy diferentes maneras, y cual es su interpretación de lo que ellos consideran como sus yo’s.
Volviendo a la proyección. De esta manera entro a ver The city of mirrors: a fictional biography y me emociono al recibir la premisa en subtítulos. “El 2015 volví a Vietnam en época de Monzón a filmar a mi familia… el 2045 me fui de Vietnam. El 2048 Vietnam está cubierta por el agua” (parafraseo no muy dignamente). Una súper intrigante premisa que parecería de película de ciencia ficción. La experiencia es otra.
La ficción está marcada de entrada, desde el título, y también desde el ominoso intertítulo del inicio. Y desde ahí la película, que sin esas cosas podría haber sido un ejercicio contemplativo en un ambiente controlado ( es evidente la puesta en escena particularmente en la última escena cuando antes de cortar a negro se escucha claramente el “cut” del director y los actores se distienden), adquiere otra expectación. Es evidente que hay una influencia marcadisima en Minh Quy Truong de directores como Tsai Ming Liang. La sutil diferencia es la coherencia con la que se monta. Ambos son cines contemplativos, lentos, largos. Que podrían parecer excesos de las voluntades de sus directores. Pero que en Tsai Ming Liang sirven un obvio propósito con la trama y la forma, en pocas palabras tienen un efecto. A mi me afectan. En The City of Mirrors… encuentro momentos en los que los planos largos donde hay personas que están haciendo cosas cotidianas, nada extraordinarias, sí adquieren fuerza desde lo estático, donde a pesar de que “nada” está pasando se generan tensiones etéreas pero presentes y por más contradictorio que suene, pasa algo. Son como fantasmas estos momentos. Y ese es el punto. No notó una constancia o una voluntad directora que se esté percatando de eso. Como el intertítulo, que a primera vista podría parecer una decisión extraordinaria y valorable, hay algo que no funciona realmente. Como que lo que se nos está vendiendo no se la cree completamente el director, y lo más jodido, es que él no se da cuenta.
Por otro lado también me doy cuenta de que lo que estaba pensando de las formas estancadas o estilos estancados es también algo que aquí se ve. Es como que la no inspiración se asemeja a lo bueno pero casi sin un pensado propósito. Hay un tributo al cine contemplativo moderno, al replicar sus formas pero no hay una verdadera conciencia, y creo que ese es el síntoma de caer en modas.
Por último no creo que esté mal replicar formas o copiar estilos, creo que sí estoy de acuerdo con la cita de T.S. Eliot “good writers borrow, great writers steal” (los buenos escritores se prestan, los grandiosos roban), al pensar que somos también nuestras influencias pero que para sacar lo potencial grandioso en lo que hacemos no es cuestión de aprender las formas y replicarlas, sino también de apropiarnoslas. Y a eso se reduce, lentamente me estoy olvidando de la película de Minh Quy Truong, no porque sea una película mala o terrible pero porque no me inspira nada, más que tal vez escribir esto. Gesto que igual me hace recuerdo de lo que mencionaba sobre las tendencias de jóvenes directores, y que pienso que aunque no explícitamente, como pasa con la temática del cine que están haciendo, siempre se vuelve al yo por más subterráneo que se posicione a este yo, el cine, lo que estoy escribiendo, lo que hacemos, siempre está hablando de nosotros, y si hay conciencia de eso las posibilidades se abren.