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Wednesday, September 13, 2017

REALISMO PUTO

Sobre La noche (Edgardo Castro), Argentina, 135'
por Adhemar Manjón (desde Santa Cruz)


Muchas líneas de cocaína, mucho sexo oral furtivo en los pequeños baños de los puteros bonaerenses con el reggaetón sonando a todo volumen, y pocos diálogos, o al menos pocos diálogos que tengan coherencia, porque nadie podría hablar cosas coherentes con tanto alcohol y droga en la cabeza. Ese es el contexto en el que transcurre la ópera prima del director y actor argentino Edgardo Castro, La noche, que se pasó el lunes en Santa Cruz en el marco del Festival de Cine Radical. Pero no hay que dejarse engañar, La noche no es sobre jalar coca y chupar pijas.
Las dos escenas que abren la película muestran la soledad en la que está inmersa la vida de Martín, interpretado por el propio Castro: primero vemos su deambular por el pequeño y gris departamento en el que vive, preparándose para salir; y luego está la charla post-coito con un tipo cualquiera que se levantó en la calle, al que le pregunta, o mejor dicho, le pide, que se quede con él, que él pagará la habitación del ¨telo¨ pero que se quede con él, ¨abrazaditos¨.
Castro decidió no guardarse nada en La noche, estrenada en su país el año pasado. Aquí, el director de 47 años se mete de manera temeraria en la vida nocturna marginal bonaerense y como si fuera un documental en muchos pasajes solamente muestra rostros, cuerpos, lugares, con una cámara en mano que siempre está cerca de la acción, de los personajes, de sus soledades, de esa intimidad de comer una pizza dejando los tomates a un lado. La cámara solamente se aleja en la toma final, en la que Martín y su amiga trans, Guada, parecen rendirse o desahogarse por un momento, sabiendo que al otro día volverán al mismo trajín.
La noche es una película que puede ser excesiva, pero dentro de ese exceso hay cierta contención que permite que no sea un retrato caricaturesco de lo que se ve.
De alguna manera, La noche me recordó un poco a la estadounidense Tangerine, de Sean Baker, que también hacía un recorrido por el mundo gay y trans con sus dos protagonistas, pero las sensibilidades son diferentes y Baker estaba más preocupado en, digamos, contar una historia, donde en medio de la sordidez había cierta ternura y hasta comicidad. Castro es mucho más descarnado y lo que quiere es que el espectador conozca a fondo cómo se ‘fiestea’ en los bajos fondos de Buenos Aires. Aunque sentí que ambos filmes comparten un final similar.
La noche deja su marca en todos, nos atrae, nos llama, y lo mejor es tener con qué o con quién sobrellevarla cuando nos adentremos en ella.